Educar a las personas sobre la salud
- Medicina Lado B
- 30 nov 2020
- 10 Min. de lectura
Al participar u observar espacios donde se trata temas relacionados a la salud de las personas, como por ejemplo consultorios, salas de internación, talleres en escuelas, o incluso las redes sociales, cabe hacerse una serie de preguntas. ¿Qué tanto están entendiendo las personas? ¿Recordarán todo lo que le está queriendo comunicar los y las profesionales? ¿Realmente aplicarán esto en su vida cotidiana? La Educación para la Salud (EpS) es un campo de conocimientos que invita y aporta a estas reflexiones.
Existen varias maneras de definir la EpS. Al ser un producto de la creación humana, como todos los conceptos, sus sentidos y significados varían según el momento socio-histórico. Es decir, no es igual la manera de entender e implementar la EpS a principios del siglo XX que a finales del mismo, considerando las enormes transformaciones globales que ocurrieron. Es así como la definición de EpS no puede pensarse abstraída de los modelos y contextos en los que fue y es implementada (Lorusso y Cabral, 2000). Por ello, comenzaremos realizando un sintético recorrido histórico de las explicaciones de las enfermedades y el surgimiento de distintas disciplinas, entre ellas la EpS.
¿Por qué las personas nos enfermamos?
La explicación del origen de las enfermedades varió radicalmente, comenzando en las primeras poblaciones humanas con una concepción mítico-mágica (los espíritus malignos como generadores de padecimientos). Con el correr de los siglos surgieron la teoría naturalista (basadas en el libro de Hipócrates “Aires, aguas y lugares”) y la miasmática (emanaciones fétidas de suelos y aguas impuras). El avance de la tecnología permitió identificar a distintos microorganismos como agentes causales de algunas enfermedades, como el bacilo de Koch en la tuberculosis. Sin embargo, distintos autores desde finales del siglo XVIII promulgaron los factores externos vinculados a las actividades cotidianas del hombre con las enfermedades.

Fuente: Pérez (1995).
Estos avances van de la mano con el surgimiento de disciplinas como la Epidemiología, la Higiene Social, la Medicina Social y la Salud Pública, ampliando un modelo centrado exclusivamente en cada individuo y en agentes causales específicos (nuevamente, los microorganismos). Con el sentido de fortalecer la prevención de enfermedades en la sociedad, surge la articulación entre la Educación y la Salud para el bienestar de la colectividad (Figueroa et al, 2004).
Sentidos de la Educación para la Salud
Existen dos grandes períodos de la EpS. Consideramos fundamental entenderlos para ampliar la caja de herramientas que permitan repensar nuestras prácticas de salud, por eso seguiremos a Figueroa et al (2004) para caracterizarlos. En un primer momento, desde principios del siglo XX hasta la década de 1960, la EpS apuntaba a transmitir información de parte de profesionales de salud (únicos poseedores de conocimientos) con la idea de que si las personas saben lo que tienen que hacer, lo van a hacer. Se dirige sólo a los individuos y al cambio de sus conductas. Por ejemplo, en el marco de una consulta de una persona con adicción al tabaco, el profesional interviene diciendo que no fume más para prevenir enfermedades cardiovasculares, pulmonares y tumores malignos. Puede ocurrir que, a partir de saber esto, algunas personas podrían efectivamente comenzar a dejar de fumar. Pero vemos en la práctica que muchas no, por motivos diversos dada la heterogeneidad de las realidades de las personas. Con sólo saber la información no alcanza para cambiar sus hábitos.
El segundo período, denominado de EpS crítica, participativa o emancipadora, parte de reconocer el fracaso de los anteriores modelos. Plantea la necesidad de reconocer la influencia de los factores sociales, ambientales y de desigualdad económica en los procesos de salud de las personas. Se considera a la EpS como un recurso que no sólo afecta cuestiones pedagógicas sino sociales, económicas y políticas, buscando la participación de las comunidades. Trata de no limitar el proceso educativo en salud a la transmisión de un saber, sino de situarlo en el desarrollo de la conciencia, de ubicarlo en el marco de su propio descubrimiento respecto a su contexto de vida, colocándolo en el espacio de las prácticas de las personas en relación con las distintas esferas en que se desenvuelve su vida (Preiswerk, 1994). En este sentido, se orienta a una interacción dialéctica (una suerte de diálogo) entre las personas y su realidad, así como del desarrollo de una conciencia social. En síntesis, el objeto de intervención no es ya la conducta de los individuos sino la estructura social, porque en ella es donde se encuentra el “tejido causal” de los patrones de morbilidad y mortalidad.
De allí surgen distintas definiciones sobre la EpS. A fines del siglo pasado, la Organización Mundial de la Salud la definió como el “Conjunto de actividades educativas diseñadas para ampliar el conocimiento de la población en relación con la salud y desarrollar conocimiento, actitudes y habilidades que promuevan la salud” (OMS, 1999). Es fundamental que el objetivo de la intervención contemple fortalecer los saberes de la población en vías de promover sus procesos de salud.
Hay autores que amplían esto último. Botinelli (s/f) menciona que “Educar para la salud es fortalecer la autonomía y el protagonismo de los sujetos para cuidar su salud a través de la construcción de conocimientos que favorezcan la toma de decisiones saludables”, mientras que Elichiry (2007) agrega que “[…] es la forma más eficaz para promover la salud y guiar a las prácticas de vida saludables, ofreciendo oportunidades para el intercambio de conocimientos”. Es decir, ambos remarcan la importancia de educar para la salud para efectivizar que sean las mismas personas quienes promuevan sus procesos de salud en el cotidiano de sus propias vidas, fortaleciendo una verdadera participación de ellos. Tener presentes estas definiciones de EpS posibilita interpretar la realidad con una perspectiva de EpS crítica y así pensar sobre cómo intervenir para transformarla.
¿Cómo se interviene con perspectiva de EpS crítica?
No hay dudas que la EpS puede ser aplicada en distintos dispositivos de atención de la salud, tanto asistenciales como preventivo-promocionales. Nos centraremos fundamentalmente en uno más que conocido: las consultas entre usuarios y profesionales de salud. En el marco que una persona consulte (ya sean en consultorios de cualquier efector de salud, o en dispositivos territoriales como postas de salud) los intercambios entre quien consulta y el/los profesionales tienen un rol fundamental. Retomamos algunos de estos aportes desde el “Manual de Educación para la Salud” de Navarra (2006).
- Técnicas dirigidas a la información: La EpS invita a reflexionar y poner en juego las denominadas “técnicas dirigidas a la información” (o simplemente consejos) en estos espacios de encuentro interpersonal. En esta línea, las preguntas de los profesionales posibilitan que la persona piense sobre sí misma y su situación antes de recibir la información, de esa manera se permite ofrecer una información más personalizada, precisa y adecuada a las necesidades, como así también se facilita su asimilación. Además, se recomienda un registro para conocer, posteriormente, en qué momento y de qué manera se ha desarrollado el consejo. Siguiendo el mencionado manual, no está indicado repetir el consejo antes de un tiempo prudencial (seis meses – un año) ya que podría producirse un efecto de motivación negativa.
- Información: La información intercambiada debe ser exacta, veraz y adecuada a la evidencia científica del momento. A su vez, que se exprese en un lenguaje claro, sencillo y de forma práctica. No implica lo mismo recomendar consumir menos de 2500 mg de sodio diarios, que recomendar consumir menos de 5 sobrecitos de sal por día. Además la información debe estar centrada, teniendo una perspectiva de EpS crítica, en la persona. Es fundamental retomar sus saberes previos, prácticas cotidianas y posibilidades reales de cambio. Por otro lado, además de las características de la información, se recomienda la motivación hacia una propuesta de cambio concreta y personalizada, valorando las posibilidades de cambio.

Por último, estos intercambios de información se deberían comprender en un marco de respeto, aceptación y empatía. En esta línea, es importante realizar un trabajo previo, durante y posterior sobre nuestros atravesamientos en relación a las personas que consultan, identificando y alejándonos de cualquier tipo de prejuicio. Sólo a modo de ejemplo, si es una persona adolescente quien consulta cabría realizarnos a nosotros mismos algunos interrogantes: ¿qué ideas previas tengo sobre las personas adolescentes? ¿De dónde surgen? ¿Son ideas con fundamentos o son estereotipos que circulan en la sociedad?
- Materiales de apoyo a la consulta: Existen (y se pueden generar) materiales de apoyo a la consulta. La entrega de un folleto en el marco de la consulta presencial o el compartir una página de Internet, una imagen, un vídeo o un folleto virtual facilita el aumento del tiempo de contacto entre la información y quien consulta, retomandola posteriormente si lo requiere. Además, si tenemos (o estamos construyendo) un vínculo previo con quien consultará, se puede enviar previamente algún material para que en el momento de la consulta se generen intercambios más ricos. Por ejemplo, se promueve el entendimiento de una persona que va a comenzar a aplicarse la insulina por primera vez si previo a la consulta la persona ya leyó algún material o vio un vídeo de cómo sería. Por último, retomamos nuevamente la importancia de que la información debe ser veraz y adecuada a la información científica. En Internet es muy sencillo acceder a información, el desafío es promover que esta información que se busque sea adecuada.
- Quien consulta como parte de un conjunto social: Dado que entendemos que las problemáticas de salud de las personas, si bien tienen particularidades individuales, se suelen expresar también en los colectivos en tanto se entiende a quien consulta como parte de un conjunto social. Esto se refuerza en enfermedades de alta prevalencia, como la hipertensión arterial o la diabetes, o situaciones que, sin ser patologías, forman parte del cotidiano de las consultas, como las vinculadas al acceso a métodos anticonceptivos o a la crianza de los hijos por citar algunos ejemplos. Por lo tanto, se pueden diseñar e implementar dispositivos de EpS grupales o colectivos. Los mismos consisten en una serie de encuentros, dirigidas a un grupo de pacientes, usuarios o colectivos, con la finalidad de mejorar sus capacidades para abordar un determinado problema o temas de salud. También se incluyen intervenciones dirigidas a colectivos de la comunidad para aumentar su conciencia sobre factores sociales, políticos y ambientales que influyen en la salud, y de esa manera fortalecer sus procesos de autonomía y sus protagonismos en las prácticas de salud. No se debe perder de vista que la información no es suficiente, el objetivo debe ser que los colectivos sociales logren modificar la realidad que excede a las posibilidades individuales. Martha Villaseñor Farías, referente en materia de EpS, menciona en una entrevista (2004) que “se requiere, además de acceso al conocimiento, contar con otros bienes sociales tales como el trabajo, el salario, la alimentación, la vivienda, la educación en general, la seguridad pública, la equidad y la justicia social, entre otros.”.
Retomando el ejemplo inicial de la persona que consulta por adicción al tabaco, en el modelo de EpS crítica se pueden pensar distintas estrategias para que las personas dejen de fumar. Se parte de reconocer la importancia que tiene el contexto en relación al hábito de fumar. En este sentido, se puede indagar con la persona sobre cuáles son los momentos en los que fuma, si alguien más fuma en el hogar o en el trabajo, o cómo consigue los cigarrillos, para pensar juntos maneras posibles de abordar esta situación. Se pueden explicar aspectos de la vigente “Ley Nacional Antitabaco” para que sepa sus derechos y obligaciones. Además se pueden elaborar distintos materiales audiovisuales y difundirlos (antes o después de la consulta), y ampliar la estrategia organizando dispositivos grupales (como talleres de cesación tabáquica). Incluso, yendo más allá, se puede tener como meta una organización colectiva para modificar la realidad, como en el caso de la “Ley Nacional de Diabetes” en la cual durante el 2017 varias organizaciones de la sociedad civil trabajaron junto con el Ministerio de Salud de la Nación en la actualización de esta ley (Federación Argentina de Diabetes, 2018). A su vez, se pueden pensar en implementar intervenciones que se orienten a prevenir el tabaquismo en ámbitos como instituciones educativas, en la sala de espera de un efector de salud, en la vía pública o en redes sociales.
Lo que queda por delante en la EpS
El campo de conocimientos de EpS tiene bastante que ofrecer para llevar a cabo prácticas de salud, como así también un largo camino por recorrer. Enria y Staffolani (2005) remarcan que aquellos desafíos de la EpS reclaman dos actividades complementarias. Por un lado, ampliar la perspectiva de la salud, la salud pública, la participación social en salud, y la EpS, de manera que sean cada vez más distantes sus conceptualizaciones más arcaicas. Esto requiere además de profundizar los debates teóricos epistemológicos sobre estos conceptos, construir colectivamente los mismos y compartirlos con quienes desarrollen prácticas en el campo de la salud. Por otro lado, se deben generar las condiciones de posibilidad que permitan concretar la transformación social de los colectivos. En este sentido, mencionan la importancia de considerar “la tensión existente entre la adaptación a la vida y al ambiente, la búsqueda de felicidad y una morbimortalidad que permita el logro de los ideales comunes de una comunidad y sus proyectos personales.”.
Además, retomando a Figueroa et al (2004), la manera de conceptualizar la EpS (más similar a una perspectiva tradicional o a una crítica) tiene implicancias directas en dos instancias. En la práctica educativa en salud es un desafío identificar qué modelos se usan en las prácticas de salud, analizando el cómo se lleva a cabo el acto de EpS, sus objetivos y el “sentido” en que se desenvuelve (¿libertad o restricción?, ¿pasividad o empoderamiento?). Es decir, se vuelve imprescindible contar con una perspectiva de EpS crítica para visualizar y reflexionar sobre las prácticas de salud de la que somos parte. Por otro lado, pensar la manera de formar profesionales del campo de EpS es un desafío. La formación académica de ellos debe partir de pensar cuáles son los objetivos, y consecuentemente las maneras de hacerlo. Analizar esto con perspectiva de EpS crítica permite determinar los componentes curriculares, principios, contenidos, estrategias y metodologías de aprendizaje que se consideran relevantes en estos procesos de formación de profesionales.
Para cerrar este artículo, te comentamos que existe una residencia, dentro del sistema de salud de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), denominada Residencia Interdisciplinaria de Educación y Promoción de la Salud (RIEPS). Surgió en 1987, en el contexto de retorno a la democracia. La RIEPS prevé la formación de profesionales de diferentes disciplinas, con una modalidad de trabajo interdisciplinaria: antropología, ciencias de la comunicación, ciencias de la educación, enfermería, medicina, nutrición, odontología, obstetricia, psicopedagogía, psicología, sociología y trabajo social. Podés averiguar más sobre esta residencia en la página oficial de las residencias de CABA y @rieps.caba en Instagram.
Los invitamos a continuar explorando el campo de la EpS, abrazar todo aquello que nos permita repensar nuestras prácticas de la salud junto a las poblaciones.
Por Fusarium revoltoso
Bibliografía:
Botinelli, Marcela (s.f.). “Educación para la salud. Aspectos a considerar para la planificación de programas y la producción de conocimientos”: s.n.
De Navarra, G. (2006). Manual de Educación para la Salud. Instituto Salud Pública.
Elichiry, Nora (2007). “Aprendizaje y construcción de conocimientos en salud en el contexto escolar”. En: Actas II Jornadas Nacionales de Representaciones Sociales, Facultad de Derecho, Universidad de Buenos Aires.
Enria, G., & Staffolani, C. (2005). El desafío de la educación en salud como herramienta de transformación social. Convergencia, 12(38), 335-351.
Farías, E. C. M. V. Educar para la salud: reto de todos. R. d. desarrollo, Entrevistador.
Federación Argentina de Diabetes (2018). “Urgente actualización de la ley de diabetes.” Disponible en: https://www.fad.org.ar/urgente-actualizacion-de-la-ley-de-diabetes/
Figueroa, I. V., Farías, M. V., & Alfaro, N. A. (2004). Educación para la Salud: la importancia del concepto. Revista de educación y desarrollo, 1(1).
Lorusso, Haydée & Cabral, Ana Lía (2000). “Recuperar y resignificar el debate sobre el futuro de la educación para la salud”. En: Cuadernos Salud y Población (2).
OMS (1999). Glosario de promoción de salud. Madrid: Ministerio de Sanidad y Consumo.
Pérez, M. (1995). Los paradigmas médicos: factores de su conservación y cambio. Bolivia: Ateneo. 3-21.
Preiswerk, M. (1994). Educación popular y teología de la liberación. Costa Rica: DEI. 31-55.
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