INTELIGENCIA EMOCIONAL EN MEDICINA
- Medicina Lado B
- 13 jun 2020
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 2 jul 2020
¿Se nos enseña a ayudar?
“El buen médico trata la enfermedad; el gran médico trata al paciente que tiene la enfermedad” - William Osler.
“Curar a veces, aliviar a menudo, consolar siempre” - Claude Bernard.
Las razones particulares por las cuales se elige estudiar medicina son tan variadas como alumnos y alumnas hay, pero si existe un motivo en común en el imaginario colectivo, es la vocación de servicio (S. Gutiérrez-Medina et al 2008). Sin embargo, hoy el estudio de la carrera parece estar centrado en brindar un servicio especializado, ultra actualizado y veloz que poco tiene que ver con los valores humanos.
La imagen de los médicos y médicas ha mutado a lo largo del tiempo, producto de los cambios culturales y del acceso a la información facilitado por la tecnología. En la actualidad, los pacientes no solo llegan a la consulta con sintomatología y esperanza de ayuda, sino también con expectativas sobre la realización de estudios complementarios, recetas y hasta diagnósticos presuntivos - y frecuentemente terminales - pre-hechos por el doctor internet. A esta realidad se suman modalidades de trabajo, como teleconsultas, y condicionamientos externos, como la disposición de escasos minutos para atender a cada paciente. Todo esto conduce a que la relación médico-paciente muchas veces sea deficiente y no llegue a contener el sufrimiento y las esperanzas del paciente y que la prestación médica abarque solo los aspectos biológicos de la salud.
El deterioro de la relación médico paciente y el déficit, muchas veces, de habilidades emocionales de los médicos y médicas, creemos, está relacionado con el valor que se le da al tema en nuestra casa de estudios actualmente. La facultad nos forma para dar un servicio de prevención, diagnóstico y tratamiento de patologías. Sin embargo, los buenos médicos y médicas tienen un enfoque más amplio: saben contener y aliviar empáticamente el sufrimiento del paciente. Es por esto que muchas veces, si solo contamos con lo que aprendemos formalmente de la currícula académica, como estudiantes nos encontramos en situaciones en las cuales no sabemos cómo actuar, qué decir o qué cara poner frente a un paciente.
En algunos casos estas habilidades emocionales se aprenden de forma implícita y en otros de forma explícita. Sin embargo, cuando ninguna de estas sucede, es conveniente cultivar nosotros mismos el aspecto humanista de la medicina y buscar herramientas de desarrollo personal y/o referentes que nos guíen, sea dentro o fuera del ámbito académico. Una herramienta útil para generar relaciones interpersonales y profesionales satisfactorias es la inteligencia emocional.
La inteligencia emocional es la capacidad de gestionar las emociones propias y de los demás, a fin de entender y actuar con prudencia en las relaciones interhumanas. Para esto, Goleman (2001) parte de la diferenciación entre emociones y sentimientos. Las emociones son experiencias subjetivas que percibimos brevemente y con gran intensidad ante un estímulo, mientras que los sentimientos son elaboraciones reflexivas sobre las emociones primarias. Estas últimas son duraderas en el tiempo y dan identidad biográfica. Partiendo de este conocimiento, uno puede gestionar sus emociones y la de los demás dándole sentimientos apropiados y beneficiosos para su vida.
El modelo propuesto por Goleman tiene cinco componentes básicos:
1.Autoconocimiento emocional: conocimiento de nuestras propias emociones y de cómo nos afectan. Es muy importante conocer el modo en el que el estado de ánimo influye en nuestro comportamiento, e identificar fortalezas y debilidades.
2. Autocontrol emocional o autorregulación: capacidad de reconocer la temporalidad de las emociones, lo que nos permite no dejarnos llevar por los sentimientos y emociones del momento.
3. Automotivación: dirigir las emociones hacia un objetivo nos permite mantener la motivación fijando la atención en metas y objetivos.
4. Reconocimiento de emociones ajenas y control de ellas: reconocer y saber interpretar las señales emocionales que los demás emiten en las relaciones interpersonales. Darnos cuenta del impacto de nuestra actitud y lo que comunicamos tanto verbal como no verbalmente en las emociones de los otros.
5. Control de las relaciones interpersonales (habilidades sociales): habilidades para relacionarse exitosamente con los demás independientes de su posición, estatus social y circunstancias.
Llevado a la práctica médica, esto se traduce en que el médico o médica encuentre las palabras y los modos apropiados para acompañar a cada paciente y su familia desde un lugar empático y respetuoso, poniendo a su disposición las capacidades y conocimientos académicos adquiridos en la formación profesional con el objetivo de aliviar su padecimiento y contribuir a la restitución de su salud. Este ambiente creado en base a la inteligencia emocional a su vez favorece el desarrollo de una relación médico/a paciente fructífera.
Basándonos en los estudios de Pablo Fernández-Berrocal (2010), entendemos que la falta de inteligencia emocional por parte de los médicos y médicas lleva no solo a falencias en la práctica con los pacientes, sino que también está relacionada con la falta de adherencia al tratamiento, inconformidad e incluso denuncias por parte de los mismos. Además de las consecuencias profesionales, a nivel personal el médico o médica también carga con el peso de sus limitaciones emocionales, lo que favorece el desarrollo del famoso síndrome de “burnout”. Para no llegar a esta situación en la que el agotamiento es tal que el profesional no solo no puede brindar efectivamente sus saberes, sino que pierde total interés en su actividad y en los pacientes, es necesario conocer la importancia y fomentar el desarrollo de inteligencia emocional desde los comienzos de la carrera.
A modo de conclusión, entendemos que es de suma importancia estar al día con los avances de la ciencia y la tecnología y adaptarnos a las nuevas modalidades de trabajo, pero también somos conscientes de la necesidad del desarrollo personal para solventar aquellas aptitudes que no se fomentan ampliamente en la facultad. Porque a la hora de ayudar a los pacientes de poco sirve saber sobre tecnicismos si no somos emocionalmente inteligentes.
Por Aspergillus Saltarín.
Artículos consultados:
¿Por qué quiero ser médico? S. Gutiérrez-Medina, D. Cuenca-Gómez, O. Álvarez-De Toledo
Importancia de la inteligencia emocional en Medicina Clara Ivette Hernández-Vargas, María Eloísa Dickinson-Bannack Facultad de Medicina, Estudios de Posgrado en la Subdivisión de Medicina Familiar, Universidad Nacional Autónoma de México, México D.F., México Recepción 22 de enero de 2014; aceptación 31 de marzo de 2014
Inteligencia emocional para médicos del siglo XXI Autor Pablo Fernández-Berrocal. Catedrático de Psicología. Universidad de Málaga
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