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Mujeres y disidencias por el derecho al aborto: Tres aprendizajes para la medicina.

“hasta tanto conquistemos el derecho al aborto, lo tomamos por asalto por derecho propio (como lo han hecho las mujeres a lo largo de la historia de la humanidad)”. (Maffeo, 2015).


Un tanto temerosas todavía, descansábamos en el saber médico como garantía de seguridad, sin advertir hasta ese momento el acto-poder presente tanto en la información de cómo abortar con misoprostol en forma segura, como en los incipientes encuentros y en las recomendaciones de cuidados, que más tarde cobrarán centralidad imprimiendo un sello diferencial a nuestros acompañamientos (Groso, 2013).



El movimiento mundial de mujeres y disidencias por el derecho al aborto libre es, posiblemente, el movimiento social más visible y potente hoy en Argentina. Su transversalidad, horizontalidad y perseverancia en la ocupación de las calles, ha tomado por asalto la agenda política del país. Pero la campaña del aborto libre, iniciada hace casi dos décadas en un encuentro de mujeres no se agota en esta misma. Estamos convencidas que su potencia es mucho mayor y vemos como efectivamente ha logrado actuar irradiando en otros ambientes, en los que las premisas éticas que sostienen este movimiento son tanto o más valederas. En este contexto, nos parece acertado reflexionar sobre los aprendizajes que este movimiento ha dejado para el quehacer médico. Quienes trabajamos en salud podemos tomar no sólo lo concreto referido al aborto, si no, mucho más que eso, podemos apropiarnos de los nuevos sentidos y nuevas formas de pensar la relación corporalidades-salud que del mismo emerge. En este breve escrito, desglosaremos lo que consideramos 3 aprendizajes a partir del conflicto social por el derecho al aborto.


1. La corporalidad como territorio de disputa.


Nuestra percepción e ideales corporales son parte de una matriz social de producción de sentido, mas su contrapunto, es la autonomía, la capacidad que tenemos de elegir y decidir sobre cómo queremos agenciar nuestra experiencia de vida. Cuando el feminismo dice, “Mi cuerpo, mi decisión”, está reapropiándose de las corporalidades que parecieran estar en manos de la medicina y la ley.


Para el caso del aborto, es claro que ha existido un discurso de deshumanización y de cosificación de las corporalidades, las que en última instancia -y a pretexto de su salud y de la maternidad como imperativo social-, se vuelven objeto de la medicina y en tanto objeto, susceptibles de ser producidas, transformadas, reorganizadas, desmontadas y un largo etcétera que describe la manipulación de las mismas.


Por otra parte, y en estrecho vínculo al aparato jurídico y legal, la medicina dicta lo posible e imposible para nuestras corporalidades, volviéndose así el saber oficial sobre los cuerpos (Estrada, 2015; Pfeiffer, 2015). Lo que podamos desear y esté por fuera de esta red de significados autorizados es penalizable e inviable, al menos, dentro del marco de lo “legal”. En efecto, el estrecho campo de lo posible se circunscribe en lo que las sociedades médicas acuerdan para nosotras como esperable, a la vez que regulable y desde luego, controlable.


El movimiento social por el derecho al aborto ha puesto en cuestión esta premisa, abriendo un espacio real a la palabra de quienes habitan dichas corporalidades (Veldhuis, 2019). En este sentido, se ha generado un quiebre radical con la tradición de imponer sin preguntar, propia de la amalgama saber-médico/ley.


La medicina podría aprender del movimiento por el derecho al aborto que las corporalidades no son objetos vacíos de deseo y palabra. Las corporalidades pueden y deben definir su devenir. El principio de autonomía es fundamental para entender esto y es la puesta en primera persona del mismo. En este sentido, es tarea de quienes ejercemos la función asistencial habilitar espacios de escucha y no imponer nuestras discusiones y definiciones a priori sobre cómo se deben habitar y gestionar dichxs cuerpxs. Por el contrario, es sólo desde un diálogo sincero que podremos relacionarnos hacia una facilitación del buen vivir y no hacia una imposición de cómo vivir, repensando y tensionando con esto, indefectiblemente, las categorías que nos nominan, así como también las de enfermedad y bienestar. Ejemplo de esto, el desmontaje de las categorías de mujer y reproducción obligatoria que ha realizado el feminismo (Veldhuis, 2019).



2. Facilitar la salud y habilitar el acceso al conocimiento médico o “si yo aprendí fármaco, cualquiera puede”.


El misoprostol es un fármaco, tal como lo es un ibuprofeno o un anticonceptivo. Y si bien su indicación debe ser hecha con el cuidado que cualquier prescripción médica debe hacerse, hemos sido testigos de cómo las colectivas feministas y las socorristas en red, han aprendido, se han autoformado y han sido capaces de hacer uso del mismo, con la misma responsabilidad que se realizaría en el ámbito hospitalario. Esto ha llegado a tal punto, que hoy por hoy, en los lugares en los que se administra legalmente esta droga, es moneda común que la mujer se lleve a su casa el fármaco y realice su propio tratamiento con quienes desee estar acompañada.


Emerge de esta cuestión nuevamente un debate orientado hacia la autonomía de la salud, y la recuperación de la misma por parte de colectivas de personas. La tensión permanente de la medicina por intentar controlar el territorio sobre el cual se despliega la farmacología, es tan ilusoria como que siempre encontraremos para cada enfermedad un medicamento o una solución (Pfeiffer, 2015).


A nuestro criterio, la medicina actual debería aprender que acompañar los procesos colectivos de aprendizaje y conocimiento del saber farmacológico y clínico, es relevante para asegurar una sociedad más comprometida con su bienestar. Hemos aprendido que esto no sólo es posible, sino que también resulta deseable. Prueba de ello es que entre el año 2014 y 2019 al menos 31.936 mujeres hayan decidido ser acompañadas en sus procesos de aborto con medicamentos por socorristas en espacios extra hospitalarios (Socorristas en Red, 2019).


Considerando lo anterior, creemos que la medicina podría replantearse dejar de ser “una sociedad de discurso” (Foucault, 1970), cerrada, impermeable e hipercodificada, donde sólo algunas personas están habilitadas a hablar. La medicina, puede pasar a ser un saber de lo humano que dialogue con sus beneficiarios, y no sólo les administre/gestione, asumiéndoles como cuerpos en falta y sin agencia. Sin dudas, esta perspectiva, llevará a retroalimentar nuestros procesos y avanzar hacia un estado de salud cada vez menos dependiente de la jerarquía médica.



3.La salud también se construye en la calle y en conjunto.


Quizás uno de los elementos más interesantes de toda prohibición sea la emergencia de la cultura de la resistencia. Lógicas asociativas y coordinadas que se tejen entre afines para dar respuesta a problemas reales. El movimiento social por el derecho al aborto es tan múltiple y está tan densamente habitado de potencia y de deseo que ha logrado generar una red de apoyo mutuo y solidaridad extensísima, incluso a nivel supranacional. Plataformas digitales, folletos, videos, fonoayuda y consejerías en vivo son, por nombrar solo algunas, las formas en las que se ha encarnado un nuevo dispositivo de producción, saber y sentido (Maffeo, 2015).


De estos saberes, de estas formas de hacer medicina -o construir salud- deberíamos aprender. Y deberíamos aprender porque son saberes significativos y valorados como tales por quienes acceden a ellos, porque además, son saberes humanizados que tienen como centro la salud y la vida de las personas desde sí mismas y no sólo la resolución de una enfermedad aportada por un tercero. Son saberes que muchas veces son múltiples -cabe decir incluso inter y transdisciplinarios- que involucran el cuidado, el acompañamiento, que no pierden de vista el sostén de la persona y su posición en el entramado social y que, desde sus particulares recursos técnicos y científicos, son incluso más eficientes que los nuestros, porque lo que tienen de base es precisamente un modelo autónomo de salud integral, basado en la acumulación de experiencia práctica que permite producir saber significativo.


Como profesionales de la salud, ¿tenemos algo que aprender de todo eso que no hacemos? ¿Es necesario re-educarnos en nuestra visión de la asistencia sanitaria y con ello, no desmerecer los elementos sociales que rodean un proceso de salud-enfermedad? En nuestra opinión, es importante dejar de lado la prepotencia que supone que es más importante una correcta indicación farmacológica que generar un buen vínculo médique-paciente y un buen espacio de enseñanza y aprendizaje. Ambas son igual de importantes.


Finalmente, pareciera ser un imperativo el aprender a superar esa herida narcisista que nos inflige aceptar que “la vida” y la complejidad social que rodea los procesos de salud y enfermedad no son una cuestión puramente médica y por tanto, que todo cuanto nos afecte es medicalizable (Pfeiffer, 2015). La apertura al trabajo interdisciplinario y a nuevas versiones del bienestar también es tarea nuestra. No somos omnipotentes. Las compañeras Socorristas ya demostraron que el misoprostol es sólo parte de la solución y que el entramado y red tejida para su administración es igual de relevante. La medicina no debería pensarse como el único discurso válido para hablar de Salud y vida. Efectivamente, revisar críticamente y comprender los dispositivos de acompañamiento y producción de conocimiento asociados a las campañas por el aborto libre, resulta una retroalimentación necesaria para nuestra tarea asistencial. Tenemos infinidad que aprender de cómo construir salud colectiva, y acá, encontramos la experiencia que puede guiarnos en dicho aprendizaje.



Comentarios finales


Aprender críticamente de lo que ocurre con los movimientos sociales que tienen como eje la salud de las personas debería ser un proceso contínuo. Como hemos dicho, aceptar que no podemos con todo y que no sabemos todo es central para seguir mejorando en la labor asistencial. La crítica profunda al modelo médico hegemónico requiere de estos procesos reflexivos y de estar dispuestos a aceptar a quienes recurren por atención como sujetxs de pleno derecho. Por otra parte, involucrarnos en estos procesos, acompañando y no imponiendo formas de hacer -tal y como quienes a lo largo de estos años de prohibicionismo han sabido acompañar desde el lugar del médique las campañas por un aborto seguro y libre- asegura un acercamiento sincero a la realidad y necesidades de las corporalidades. A elles, finalmente, un afectuoso abrazo, gracias por arriesgarse y abrir caminos, aún nos queda mucho por dinamitar y reconstruir.


Por La Culebrilla Bailarina.



Bibliografía citada:


Belén Grosso, María Trpin y Ruth Zurbriggen. Políticas de y con los cuerpos: cartografiando los itinerarios de Socorro Rosa (un servicio de acompañamiento feminista para mujeres que deciden abortar)Publicado en La diferencia desquiciada. Géneros y diversidades sexuales, Ana María Fernández y Wiliam Sigueira Peres, Buenos Aires, Biblos, 2013.


Foucault, Michel. (1970) El orden del discurso.


Maffeo, Florencia; Santarelli, Natalia; Satta, Paula y Zurbriggen, Ruth (2015). Parteras de nuevos feminismos. Socorristas en Red - feministas que abortamos: una forma de activismo corporizado y sororo. Revista Venezolana de Estudios de la Mujer, 20(44), 217-227.


Pfeiffer, María Luisa. (2015) “Medicalización de la vida”. Revista Brasileira de Bioética;11 (1-4):30-59.


Mesa, Diego (2015). La medicina como producción de subjetividad. Una aproximación a Michle Foucault. Escritos / Medellín - Colombia / Vol. 23, N. 51 / pp. 331-355


Santarelli, M.; Anzorena, C. (2017). Los socorrismos y las disputas de sentidos sobre el aborto voluntario: Consideraciones teóricas desde una perspectiva del feminismo crítico. Descentrada. Revista interdisciplinaria de feminismos y género, 1 (1), e008. En Memoria Académica. Disponible en:

http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.7721/pr.7721.pdf

Socorristas en Red (2019). “Para Abortar nos tenemos entre nosotras y nosotres”. Sistematización de acompañamientos a abortar realizados en el año 2019 por Socorristas en Red (feministas que abortamos).


Suzanne Veldhuis (2019) “El aborto autónomo, con medicamentos, en casa, acompañada por activistas – ¿otra opción viable ante la falta de acceso a abortos seguros en México?” Ponencia presentada en XXVI Coloquio Internacional de Estudios de Género.


Páginas web visitadas:


http://www.abortolegal.com.ar/about/




 
 
 

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